Por Jaime Morales
Especialista en innovación y productividad
Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia
Hace unos días me tropecé con una de esas historias con moraleja que nos hacen pensar. Permítanme se las resumo:
Un viajero, paseando por tierras desconocidas, entró en un pueblo donde encontró a un hombre que trabajaba esculpiendo la piedra y lloraba.
—¿Por qué lloras? —le preguntó el viajero.
—¿Cómo no voy a llorar? Tengo el oficio más duro del mundo, empiezo a trabajar antes de que salga el sol y termino cuando el sol ya se ha puesto y el dinero que gano apenas me da para alimentar a mi familia.
En el siguiente pueblo al que entró el viajero encontró a otro hombre que trabajaba esculpiendo la piedra y tenía una cara tranquila y concentrada.
—¿Qué tal? —le preguntó.
—Bien —contestó el hombre—. Tengo un trabajo duro, empiezo a trabajar cuando el sol aún no ha salido y termino cuando el sol ya se ha puesto. Pero por lo menos con lo que gano me da para alimentar a mi familia.
El viajero siguió su camino y en el siguiente pueblo volvió a encontrar a un hombre que estaba esculpiendo la piedra y sonreía.
—¿Por qué estás tan contento? —lo interrogó el viajero.
—Porque estoy haciendo un trabajo maravilloso. “Estoy construyendo un templo”.
¿Cuál es la moraleja de esta historia? Los tres hombres están realizando el mismo trabajo, en las mismas condiciones, dedicándole las mismas horas y cobrando el mismo dinero. La única diferencia está en el sentido de ver las cosas que tiene cada uno.
Mire alrededor y seguramente en el mundo laboral encontrará personas que se pueden asociar con los 3 personajes de la historia. Unas que siempre se quejan, no están contentas; otras que vienen a hacer su trabajo con el único propósito de cobrar al fin del mes; y las terceras, que saben que su trabajo va más allá de un quehacer cotidiano al ser partícipes de un gran proyecto, como por ejemplo estar “construyendo un templo”. Para estas últimas, la manera de “actuar frente al sentido de ver las cosas” les ayuda a superar los numerosos obstáculos y a encontrar soluciones más creativas en su día a día laboral.
Hoy nos encontramos leyendo el trillado guion de siempre: ¿cuál dinámica de gestión es la más adecuada para que nuestras organizaciones sean llamadas o catalogadas de alto rendimiento y así puedan perpetuar su existencia en esta época de expansión económica?
Estoy convencido de que la “internacionalización” de nuestros procesos hace que el bien o servicio que hoy se le entrega al cliente (al final de la transformación) debe coincidir con lo que él más valora.
Esta visión de negocio, que prefiero llamarla “visión de gestión”, no se adquiere leyendo libros o artículos especializados, sino a través de nuestra propia exposición al mundo. Cosas como caminar, escuchar, observar y hacer preguntas siguen siendo la mejor manera de aprender y ver de primera mano lo que está sucediendo sin importar de qué lado del “charco” estemos. En la actual economía, la gestión del conocimiento es más importante que nunca.
Hoy muchas de nuestras empresas, inconscientemente utilizan prácticas de gestión equivocadas que “matan” la creatividad de su fuerza laboral, y no es que los directivos o jefes de proceso maten la creatividad a propósito; en su “afán” de búsqueda de la tan anhelada productividad y control de sus procesos acaban minando la creatividad, que es el génesis de cualquier iniciativa de mejoramiento continuo.
Nuestros jefes ejecutivos pueden, tienen y deben coexistir con la creatividad, para lo cual tendrán que cambiar radicalmente su manera de pensar y actuar. Esto con el objetivo de que permanentemente su fuerza laboral sea lo más cercana posible al tercer personaje de esta historia con moraleja.
Ahora bien, ha llegado el momento de preguntarse: ¿qué hay de nosotros? ¿cómo llegar a ser creativos?
Para explicar de manera amena todos estos conceptos, he intentado adoptar un enfoque pedagógico adecuado, que facilitará al lector desconocedor de estos temas una buena comprensión de los razonamientos aquí expuestos.
Generalmente se asocia la creatividad en la forma como se expresan ideas originales. Pero, en las empresas, la originalidad no es suficiente, para que una idea sea creativa, esta debe de ser apropiada, útil y viable, sin olvidarse que de alguna forma debe influir en el método de hacer las cosas, por ejemplo: mejorando un producto o modificando una ruta de proceso, e inclusive generando nuevas maneras de buscar la excelencia operativa.
Dicho de otra manera, la creatividad no sólo es la forma de pensar de los operarios, sino que además debe poseer elementos adicionales que le permita ser perdurable en el tiempo, como: la capacidad de pensar creativamente, la pericia y la motivación.
La pericia, comprende todo lo que una persona sabe y puede hacer en su entorno (red de posibles desplazamientos), mientras que el pensamiento creativo se refiere a cómo se debe enfocar el problema y sus posibles soluciones (capacidad de reunir el mayor número de ideas, formando nuevas y especiales combinaciones).
Ahora bien, la pericia y el pensamiento creativo son las materias primas propias de cada individuo. Sin embargo, existe un tercer factor que determina el verdadero sentido de ver las cosas y ese es, la motivación.
Los ejecutivos pueden influir en los componentes de la creatividad de un individuo ya mencionados. El hecho es que, influir en la pericia y el pensamiento creativo es mucho más difícil que intervenir en la motivación.
Recapitulando, para tener un buen comienzo en el “sentido de ver las cosas”, debemos responder a la pregunta: ¿cuáles son las mejores prácticas de gestión, que nos permita hacer conexiones entre el entorno laboral y la creatividad?
Una organización, tiene que saber hoy qué papel está representando en el escenario global y con qué principios va a proceder. Dicho de otra manera, actuar con estrategias a largo plazo que se conviertan a corto plazo con métodos claramente definidos. La implantación de todo nuevo sistema, precisa de un compromiso estratégico asumido desde la alta dirección.
Por eso, antes de adoptar un sistema edificado sobre la base de un modelo específico como la Metodología de Análisis y Solución de Problemas – M.A.S.P, es necesario que la alta dirección reflexione en cuanto a si los valores que promueve se ajustan a la cultura propia de la empresa y dan a cada persona un sentido de titularidad frente al logro de la “Gran Meta”. Esta persona desde aquí se siente ocupante del proceso, comienza a utilizar su propia experiencia y aporta toda la información posible para identificar oportunidades de mejora.
Otro aspecto a tener en cuenta es que las personas deben de disponer de la formación, información y autonomía necesarias para mejorar continuamente los procesos, con el fin de optimizarlos de acuerdo con el propósito de la organización.
Por último, no debemos olvidar que el tiempo es uno de los recursos más escasos. Debemos ejercer control sobre él, dado que cuando se utiliza, se gasta y deja de ser disponible, pues es uno de los activos que no aparece en el balance o en los estados de pérdidas y ganancias, puesto que no es tangible y parece ser gratis. No olvidemos que la utilización ineficiente del tiempo da como resultado el estancamiento, enemigo de cualquier plan de mejora.