Si lo ponemos en pocas palabras, cuando hablamos de Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) nos referimos a la tendencia de conectar todo tipo de objetos existentes al Internet. En este sentido, aplican elementos que van desde el uso doméstico, como las neveras, lavadoras, cafeteras y bombillos, hasta llegar a ámbitos más organizacionales como dispositivos de rastreo, cámaras y etiquetas de envío.
El término para designar esta propensión de la Cuarta Revolución Industrial fue acuñado por el británico Kevin Ashton, fundador de Auto-ID Center, un grupo de investigación en el campo de la identificación de radiofrecuencia en red y las tecnologías de detección emergentes.
Para Ashton, el Internet de las Cosas es utilizado para mejorar la calidad de vida de las personas, al igual que los demás avances puestos a disposición de la humanidad por las tecnologías emergentes.
El IoT permite la integración de dispositivos informáticos sencillos con sensores en todo tipo de objetos. En las empresas, por ejemplo, este desarrollo posibilita una mejor visibilidad y conocimiento de las operaciones y los activos de una empresa a través de la incorporación de sensores, software, sistemas de computación y el cloud computing o servicio de almacenamiento en la red.
Así mismo, facilita la gestión, recopilación, procesamiento y análisis de datos con el objetivo de establecer requerimientos, procesos y avances.
En el hogar permite monitorear el consumo de electricidad, disminuye los tiempos de preparación de alimentos y facilita tareas cotidianas como la compra del mercado o el acceso a los sistemas de iluminación.