Editorial por Santiago Echavarría Escobar, director del Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia – CTA.
Definitivamente las condiciones actuales asociadas a la economía, la salud, el medio ambiente y la equidad social no son tan estables y predecibles como hace 20 o 30 años. En los últimos años todos hemos venido sintiendo y viviendo significativos cambios en diversos aspectos que evidencian que las cosas no son como antes.
Las inundaciones intempestivas derivadas de aguaceros monstruosos, seguidas por épocas de sequía recalcitrantes nos hacen un llamado urgente a la acción. Así, por ejemplo, la atención de desastres ha adquirido una relevancia importante, seguida de la implementación de sistemas de monitoreo de alertas tempranas que buscan avisarnos a tiempo de la inminente situación. De otra parte, las afectaciones en la productividad de múltiples cultivos, derivadas del cambio climático, hacen que el sector agrícola esté adquiriendo visos de juegos de azar, con claros impactos en los precios y la seguridad alimentaria.
La pandemia del COVID-19 llegó de un momento a otro, sin que nos diera mucho tiempo para reaccionar. Los sistemas de salud, y en especial el personal médico, respondieron estoicamente, hecho que aún no agradecemos lo suficiente. La economía se resintió dramáticamente causando la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, empujando los niveles de pobreza extrema, de acuerdo con el Banco Mundial. Afortunadamente, la ciencia avanzó rápidamente en el desarrollo de vacunas que se convirtieron en la esperanza de todos en cada rincón del planeta.
La acción del ser humano no pasa desapercibida y deja una importante huella en el planeta. Las discusiones académicas, las políticas públicas, las conversaciones ciudadanas y los planes empresariales ya incluyen de manera reiterada las temáticas de cambio climático, por ejemplo, sobre cómo combatir la huella de carbono y la huella hídrica, o cómo promover las energías limpias, o cómo posicionar una economía más circular, mostrando en todo caso un interés creciente en estos asuntos. Sin embargo, la pregunta obvia ronda sobre si la velocidad y oportunidad de las soluciones propuestas es suficiente frente a la dimensión del problema.
No hay duda, vivimos en un mundo más incierto y dinámico que requiere nuevas maneras de entenderlo y abordarlo para el bien de todos. Y la ciencia, la tecnología y la innovación no son, ni pueden ser, lejanas a ello. Máxime si consideramos que estas son el producto de la inteligencia humana.
En ese sentido, es grato saber que actualmente se abre paso un nuevo paradigma en innovación, conocido por los estudiosos como “marco tres”, o marco de innovación transformativa. Pues es precisamente la preocupación por el medio ambiente y los desequilibrios sociales, la que ha hecho que el mundo de la ciencia, la tecnología y la innovación centre su atención en la solución de estas problemáticas, más allá de apoyar la consigna del desarrollo económico per se. Este nuevo enfoque de política de ciencia, tecnología e innovación aún emergente en Europa, y ya con alguna incidencia en nuestro país, supera los llamados “marco 2” y “marco 1”, centrados respectivamente en el desarrollo de ecosistemas de innovación y en la promoción de las actividades de investigación y desarrollo tecnológico (I+D).
A través de este nuevo enfoque se abre la posibilidad de construir colectivamente procesos y rutas de transición verdaderamente transformativas, como producto de nuevos acuerdos colectivos entre múltiples y diversos actores, en respuesta a problemas de sociedad de gran envergadura, es decir, políticas de innovación orientadas a satisfacer demandas sociales y ambientales en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Desde el CTA, consideramos que este enfoque merece una oportunidad, pues apunta a generar alternativas de cambio en funciones vitales para nuestra sociedad, tales como la provisión de agua, la generación de energía, la comunicación, entre otras. Pero también sabemos que esta nueva forma requiere arreglos institucionales creativos con modelos de gobernanza participativos que jueguen con una perspectiva de mediano y largo plazo.
Las ciudades y territorios tendrán en los próximos años una ventana de oportunidad para abordar sus planes de desarrollo y políticas de ciencia, tecnología e innovación a partir de estos nuevos modelos de innovación transformativa, para lo cual será fundamental desarrollar nuevas capacidades e instrumentos de política que privilegien la experimentación y el trabajo colaborativo entre múltiples actores, entendiendo que los ciudadanos ya son protagonistas de primer orden en las decisiones asociadas a la ciencia, la tecnología y la innovación.
Hay que ponerse a tono con los grandes retos del mundo actual.